lunes, 2 de diciembre de 2013


Que podria romperme sin dejar de sonreir. Y también no pedirte que te quedes, aun sin saber como seguir si te vas. Podría tropezar a cada paso, estando en el mismo lugar. Y curarme lo suficiente para que sin dejar de doler no me sangren las heridas. Puedo mentirme, pero no creerme. Te diré que todo va bien, pero luego me callaré la tormenta y el naufragio. Me ahorre el cambio de tus gustos por mis manías, y me dire al verte con alguien, simplemente, que no estas conmigo, porque duele mas pensar que te estan abrazando otros brazos que pensar que no estas con nadie. En que momento sumar los errores se convirtio en restar la distancia. No sé como terminamos siendo distintas esquinas de una misma calle, llena de todas esas veces que no pudimos mirarnos a los ojos. Lo hicimos mal, como el invierno con las rosas. O como las segundas partes que nunca fueron buenas. Y es que como acabar cuando aun todo parecia el comienzo. Es tan dificil retirarse a tiempo de la partida, recoger la ropa antes de que la moje la lluvia, huir de la catástrofe, sobrevivir cuando ya me habas disparado. Es una pena, pero me gustaria que para llegar a la superficie no tuviesemos que tocar antes el fondo, y darnos cuenta entonces de lo lejos que estamos de volver a estar cerca de alguien. Porque en realidad la distancia nunca fue otra cosa que no saber como acercarme, ya dolido del contacto, de tantos cuerpos y de todos aquellos portazos, banda sonora de no se cuantos insomnios. Perdi la cuenta.