Porque me fui, queriendo quedarme, pero habia llegado a un punto en el que era marcharme o morir. Esperarte o la felicidad, porque en el fondo sabia que nunca volverias, si es que algun dia, ya no lo se, estuviste. Y el reloj empezo a marcar demasiado tarde, fuese la hora que fuese. Tic-tac-tic-tac, y sonaba como un disparo. Adivina quién mora en aquellas noches: demasiado frias en invierno, demasiado calurosas en verano, pero siempre demasiado solitarias. Demasiado. Y me acostumbre a eso, a mirar las estrellas de madrugada hasta perder todas las nociones que me quedaban. Me sentaba junto a la ventana, escuchaba canciones y tarareaba tu nombre hasta que dejaba de tener sentido. Hubiese sido bonito, o al menos sano, que hubiese dejado de tenerlo para siempre, pero no, a la mañana siguiente estaba tan herido, en mi propia necesidad de estar contigo, como siempre lo había estado. Ya sabes, recuerdo que un da te lo dije, que no se me da bien olvidarme de las personas. Y miraba tu última conexion con la esperanza de comprobar que hacia dias que no te conectabas y que aun no habias leido las ultimas palabras que te escribi. Eran falsas esperanzas, claro. Falsas, como todo lo demas. Como todo eso que nos dijimos o que, haciendole justicia, fingimos decir, con una mano en el corazon y apuñalandonos por la espalda con la otra. No supimos hacerlo mejor, supongo. Pero ya sabes que no nos culpo, ni a ti ni a mi, solo fuimos una desviación en la autopista de la vida. No hay mas. Y no habra menos
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